PRENSA






La Diaria Cultura, 19 de noviembre 2022
Nota y fotografías: Manuela Abdale
https://ladiaria.com.uy/cultura/articulo/2022/11/la-instalacion-las-partes-de-un-todo-concentra-un-museo-en-un-grano-de-arena/










Revista BLA, agosto 2011. 
Nota: Jeannette Sauksteliskis.
Fotografía: Matilde Campodónico 









NUESTRAS RAÍCES DE METAL

Un entrevero de “raigones” desnaturalizados, filamentos resplandecientes, como una catarata de hilos que llueven de un cielo cuadriculado – entre rejas – hasta succionar con sus terminaciones-ventosas el gran vidrio que separa el pozo de aire izquierdo, donde se desarrolla la escultura, de la sala del museo: ese es el monumental y deleuzeguattariano (no prevé elemento central sino mera proliferación bidireccional)      
rizoma de unos cuatro metros de altura que invade en estos días el Museo Figari. Elaborado por la serie “Intemperie” – convocatoria con la cual el museo pone a disposición de artistas uruguayos contemporáneos los dos pozos de aire del edificio – Paisaje arraigado es la última jugada de Ana Campanella y su material-sello, el alambre. La flexibilidad del mismo se refleja en el salto mortal, impecablemente ejecutado, que la artista cumple pasando, algo así como una pirueta ideológica, de obras bidimensionales con dobladuras alambricas aptas a servir en clave figurativa temas descaradamente pop (tapas de revistas, logos más o menos cool, etc.) a un envolvente tresdimensionalismo abstracto e impúdicamente minimal. Que es también el paso de una (más) tímida neutralización de las imágenes del consumo más carcomidas a un total desvanecimiento de las mismas a favor de las posibilidades plásticas intrínsecas de un medio enigmático: a la vez industrial (en su producción) y artesanal (en su uso), antiestético (a menudo “reparador”) y con resonancias artísticas (suficiente pensar en los retratos de Alexander Calder). La instalación flirtea con los detalles, alambres de diferentes grosores y brillantez y se propone como monstruoso y álgido sistema pseudo-vegetativo, exánime y en cierto sentido inversión misma de la naturaleza figariana. Hasta se podría imaginar esta selva aséptica, cuya extremidad finaliza come observa Pablo Thiago Rocca “a la altura de los ojos de los espectadores” posicionándonos, mientras miramos, fúnebremente ya “bajo tierra” (acá además “representada” por el vidrio, elemento opuesto a la tierra, sucia y viva ésta, transparente e inorgánico aquello) como negación del célebre vitalismo del pintor montevideano. Aunque sin llegar a esa interpretación con ribetes psicoanalíticos, el estridor entre el “ombú” campanelliano reducido a armadura aérea, fría, incolora y vagamente amenazadora y el colorismo vibrante, las escenas calidas, la abundancia de humanidad que pueblan los cuadros de Figari produce chispas interesantísimas, enfriando, entre otras cosas, cierta naïveté excesiva que, en (escasas) ocasiones, emerge de las composiciones figarianas. A volver aún más estridente esta presencia, se encuentra, en el mismo espacio, la muestra Kit Básico para la fundación de un pueblo de Cecilia Mattos y Nacho Seimanas, parte de la serie expositiva “Contactos”, que “busca tender lazos entre la obra de Pedro Figari y los diferentes actores del quehacer artístico y cultural de la región”. Como hecho en precedencia, Mattos reelabora los personajes centrales y periféricos del universo pictórico de Figari, incluyendo elementos paisajísticos, en esculturas de papel mache de tamaño contenidos (un promedio de unos 20 centímetros): algunas son colocadas en dos cuadros-contendores (un ombú con varios personajes alrededor, un gaucho con perro) colgados entre piezas originales del maestro, otra, un árbol, está puesta justo frente al escaparate de Campanella, casi desafiándolo. Pero la obra central es una gran caja llena de estos muñecos: los espectadores están invitados a sacarlos de su contenedor y disponerlos en el piso del museo según su gusto, armando así su instalación – más o menos narrativa, más o menos atrevida – “multiplicando las posibilidades lúdicas y agregando nueva instancias didácticas” que “enriquecen las posibles funciones sociales de la obra de arte”, como declara Rocca (además la gente puede sacar fotos de sus “creaciones”, que terminan en un archivo). Este ejercicio de acercamiento del público al hacer artístico y a la micro-historia (documentado también en un video de Seimanas que muestra la interacción de jóvenes del interior con el Kit, entusiastas de la posibilidad de re-ficcionalizar su historia mítica), este “juego comunitario” instaura inevitablemente un diálogo “imposible” con la estructura de Campanella, solitaria, intocable, elevada, exenta de cargas simbólicas inmediatas: en el Figari se enfrentan dos ideas antitéticas de arte y el museo palpita. 

Riccardo Boglione
Periodista de La Diaria
Marzo, 2011
Montevideo, Uruguay











REALIDADES DELICADAS.


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El trabajo de Ana Campanella es bien diferente. Por un lado, porque lo referencial de centra en el mundo del consumo. Por otro, por su sobrio y esmerado empleo de los elementos gráficos-plásticos. La artista emplea conocidos logos de marcas multinacionales y los inserta en imágenes de naturaleza diferente. Una reformulación personal del afiche de la película. El silencio de los inocentes se completa con el logo de Adidas en la obra Silencio. La línea como elemento grafico es trabajada mediante diferentes alambres cromados sobre la blancura impoluta del soporte, como complemento estético a la sutileza del mensaje.


Santiago Hermida
Periodista
La Diaria 09 / abril / 2008.
Montevideo, Uruguay.


ARTE EN TIEMPOS HIBRIDOS.


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De Ana Campanella se pueden ver dos excelentes lienzos bordados en alambre. Un trabajo meticuloso y minimalista que obtiene un efecto visual agradable. Los bordes y sus plateados son más insinuaciones que la propia manifestación, son como estilizaciones de figuras llevadas casi a su expresión elemental. Esta artista nacida en Montevideo en 1980, señala que realizó un paralelo entre “El silencio de los inocentes” y el logo de la marca Adidas (con el que remata el labio de la figura representada). En otra obra juega con la manzana de Eva y el origen de la cultura y la manzana de Apple.


Fernando Loustaunau
Curador, escritor y crítico de arte y literatura uruguayo
Semanario Búsqueda 11 / abril / 2008.
Montevideo, Uruguay.






MUNDOS DE MARAVILLAS.


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Campanella borda con hilos de alambre. Como una costurera que hubiese aprendido su arte en la cueva de Hefesto, el dios herrero, habilidosísimo con sus manos, capaz de realizar innumerables trabajos ayudados por los cíclopes, esos seres de un solo ojo que lo asisten en el manejo de la fragua, Campanella da puntadas metálicas. Sus hilos de alambre aparecen insertos en la pared o en planchas de metal. En ocasiones los alambres se despegan del plano y generan una suerte de escultura casi plana que sin embargo genera tres dimensiones. Con ellos dibuja figuras femeninas cargadas de ironía, frío glamour y helada belleza.
Hay figuras hieráticas -como la que imita una portada de Vogue-, en la que surgen reminiscencias de las mujeres delineadas por Gustav Klimt (Austria, 1862-1918): torso esbelto y alargado, centrado, pelo revuelto, mandíbula fuerte. Simpleza, elegancia. Ingredientes que pueden encontrarse tanto en una buena revista de moda como en una obra de arte. La artista une, con sutil ironía y con un elaborado discurso formal, estas dos estéticas: la de la moda y la del mundo del arte. Su original entramado de hilos metálicos expresa una mirada crítica hacia el universo de lo femenino pergeñado por las fuentes de la moda: diseñadores, revistas, desfiles, tendencias “de temporada”.Hay también una cita más o menos velada a Alicia, la heroína femenina de Carroll. ¿A dónde irán a parar las féminas obsesionadas por la perfección de su belleza física, las niñas sedientas de aventuras que quieren crecer o achicarse desmesuradamente –como Alicia- o las mujeres domésticas, asfixiadas por los platos sucios que se acumulan en las mesadas de sus cocinas? Esto parece preguntarse Campanella, mientras borda con maestría de herrera sobre una rígida plancha de metal, lo que su abuela bordaba con delicados hilos de seda sobre una flexible tela.
De la temporada, es el nombre de esta muestra que se exhibe en la colección de arte contemporánea Engelmann-Ost, en la calle Rondeau casi Mercedes, hasta el 17 de setiembre, y que festeja, cuestiona y recrea el mundo íntimo de la mujer de todos los tiempos: el afán por la belleza, el deseo de lo desconocido y el pacífico –y en ocasiones agobiante- rol doméstico (con gato incluido, como se ve en una de las obras).
Campanella tiene 28 años, es la pareja del también artista plástico Diego Masi, tiene una hija de un año, concurre al FAC (Fundación de Arte Contemporáneo dirigida por Fernando López Lage), estudia Arquitectura y sus padres son dentistas. Será por eso que utiliza un torno de dentista, ésos que cuelgan del techo, para moldear los metales de sus obras.
“I’m living my life, not buying a lifestyle” (“Vivo mi propia vida, no compro un estilo de vida”), ha dicho Barbara Kruger (Estados Unidos, 1945), artista plástica que trabaja esta temática en varios soportes. Campanella parece decir lo mismo. Y desde el frío y duro elemento que ha elegido para moldear, lanza su afilado discurso plástico. Acerado y cortante. Cuestionador y finalmente flexible, su discurso de hilos de alambre, resulta original y acertado.
Como Carroll, en el siglo XIX, ahora Campanella y Burgos aparecen como los hacedores de un arte que rompe con las formas habituales y denuncia los mandatos más o menos subliminales de una cultura que, al igual que las pociones y estrategias del fantasmal mundo del escritor británico, coloca mensajes encubiertos que proclaman: “cómeme, bébeme”.
El asunto es ver/sentir/entender lo que sucede, además de comprar vestidos, comer, viajar o ponerse siliconas en el cuerpo. Una manera contemporánea de hacer arte o de iluminar la escena desde otro ángulo. Para regocijo, escándalo o confusión de perplejos o lúcidos degustadores de arte, perfumes o hamburguesas.


Melisa Machado
Poeta, periodista cultural, crítica de arte.
Semanario Búsqueda, 11 / setiembre / 2008
Montevideo, Uruguay.






PUNTADAS SIN HILO.


Ana Campanella acaba de encontrar una veta en la cual piensa seguir un buen tiempo. Es el bordado en aluminio, esto es, alambres insertos en planchas de metal o sobre planchas de mdf (madera compensada) forradas con lienzo, dibujando con sus contornos desde retratos que tienen como base una fotografía hasta portadas de revistas de moda. Esa es la causa de que un motor de mecánico dental se haya sumado a las herramientas de esta futura arquitecta de 28 años para poder perforar el material. “La rigidez del metal y lo blando de las imágenes conviven en cada obra generando situaciones de particularidad”, describe Campanella en la página web del FAC sobre esta nueva etapa de su carrera que se remonta al año 2005. Antes se había dado a conocer como artista digital, con técnicas de animación y fotografías intervenidas, y como tal expuso y recibió premios en Uruguay, Argentina y Chile. En ese momento su obra era muy colorida. Ahora la computadora la ayuda a concebir una primera parte de estos bordados, el paso previo a ejecutarlos. La etapa racional queda confinada a la máquina, pero una vez que se traslada al metal trata de darle al material la máxima expresividad plástica. “Mirando televisión y revistas se me disparan ideas, entonces las escaneo o las busco en internet, después las dibujo en Photoshop o en Corel. Ahí las calco, hago el boceto, le agrego, le quito elementos, lo imprimo y lo trabajo como molde. Lo pongo arriba de la plancha y lo calco en la chapa”, explica. Campanella se vale de alambres de distinto grosor, y como las chapas no la terminan de convencer, quizás cambie por el anodizado, ya que el aluminio se mancha con facilidad. En el pasaje de la portada tomada como modelo a la obra que la recrea no sólo hay un cambio de soporte. También agrega sin inocencia logos que pueden llegar a ocupar el lugar de la boca o bordados menos atados a la plancha, que operan como un bajorrelieve rebelde, que se desentiende del plano y multiplica su trama hacia el espacio en dirección al espectador. “Trato de mantener el espíritu del bordado”, argumenta. Para presentarse al Premio Paul Cézanne, cuya premisa eran los años ‘60, bordó una campera con consignas en francés y el nombre de Liber Arce, y agregó un ringtone con La Internacional sonando. Lo más reciente de su búsqueda es la inserción de bordados de hilos de aluminio sobre diversas prendas, incluso calzado. Las preocupaciones conceptuales, en cambio, siguen siendo las mismas. “La relación de la mujer con las revistas, la publicidad y la moda. La respuesta ante el agobio de cómo tiene que ser”. Su mejor venta, hasta el momento, ascendió a mil 700 dólares, y el futuro inmediato la encontrará este año en la feria ArteBA con la galería Del paseo.


Macarena Langleib
Periodista de El País , Director de Prensa de Jazz Tour
Revista Paula, Marzo 2009, Nº 154
Montevideo, Uruguay